Entrevista a Claudio Lattanzi

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Aunque no se encontrara físicamente en el certamen, Michele Soavi fue uno de los grandes protagonistas de la pasada quincuagésimo primera edición del Festival de Sitges. Sobre él versó el tradicional libro monográfico editado con motivo del Festival, que bajo el nombre de Michele Soavi – Cineasta de lo macabro y la coordinación de Diego López efectúa un completo recorrido por su trayectoria de la mano de diversos especialistas, con especial atención a sus largometrajes de temática fantástica. Una obra que, en cierto modo, fue complementada por la première mundial dentro de la sección “Brigadoon” de Aquarius Visionarius (2018), un recomendable documental centrado en su cine dirigido por Claudio Lattanzi.

Antiguo ayudante de dirección de Soavi en sus primeras películas, Lattanzi desarrolló los primeros años de su trayectoria en el seno de la Filmirage de Joe D’Amato, para la que dirigió la que hasta hace poco era su única película como realizador, Killing Birds: Raptors [vd: Killing Birds: Los pájaros asesinos, 1987], además de participar en otros proyectos de la productora. No obstante, llegada la década de los noventa abandonaría la profesión sin que desde entonces se supiera qué había sido de él. Un silencio que ha sido ahora roto con su reentré por medio de la mencionada Aquarius Visionarius, y que va a ser continuada por Everybloody’s End, un film de terror “experimental y autoral”, según sus propias palabras, para el que se ha rodeado de una pléyade de nombres característicos del cine fantástico italiano de las décadas de los setenta y ochenta.

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Gran parte de tu trayectoria durante la segunda mitad de los ochenta está vinculada a la Filmirage de Joe D’Amato. ¿Qué recuerdas de tu etapa en la productora de Aristide Massaccesi?

Tengo una sensación de amor-odio con la Filmirage. Es un amor-odio porque se han dicho muchas cosas que no son exactas sobre mí. Me pasa un poco como a Daria Nicolodi. Cuando la quise entrevistar para un libro que estaba preparando me contestó: “No tengo ninguna gana de hablar de un cine de hace cuarenta años”. Y a mí muchas veces también me ocurre que no me gusta hablar de aquel periodo, a pesar de que lleve a la Filmirage en el corazón. Sin la Filmirage Michele Soavi no habría hecho Aquarius (Deliria, 1987) y yo no habría sido su ayudante, si bien anteriormente ya habíamos trabajado juntos en el documental Il mondo dell’orrore di Dario Argento (1985). Ese fue mi debut como ayudante de dirección. Yo estaba obsesionado con los crímenes de las películas de Dario Argento, Michele me llamó y me propuso ser su asistente.

Los años ochenta es una época que ya no existe. Para el cine italiano fue un tiempo irrepetible. Hoy los pocos films de terror italianos que se hacen son pequeñas producciones independientes que prácticamente no acceden a las salas de cine, ya no digamos salir fuera del país. Incluso el mismo Soavi, a pesar de su nombre, tiene incluso dificultades para proponerse para hacer un film de terror. No existen productores ahora muy dispuestos a este tipo de películas. Ahora mismo tengo un guion en un cajón que es realmente bueno, y no lo digo porque lo haya escrito yo. Es un thriller al estilo de Rojo oscuro (Profondo rosso, 1975). Quizás es demasiado años setenta, pero me gusta mucho. Y no encuentro nada, ni un euro para poder financiarlo. “Traeme una comedia”, me dicen los productores cuando les presento el proyecto. Los thrillers de horror ahora no se venden. Y la Filmirage, con todos los peros que tenía, permitía que se hicieran un montón de films. A bajo coste, sí, pero se hacían un montón de films gracias a la Filmirage.

Con Massaccesi hacías de todo. Yo empecé con él de secretario de montaje y poco a poco fui escalando posiciones en el escalafón. Era una escuela que no existe a día de hoy. Por el contrario, actualmente un muchacho de cualquier lugar del mundo coge una cámara, rueda algo con sus amigos, y ya se considera un cineasta. Y no es así. Para ser un verdadero cineasta tienes que tener un entrenamiento, una humildad y conocer de primera mano cómo se trabaja en el set. No dudo de que de cada cien muchachos salga un genio, por supuesto, pero de esta forma lo encuentro que ocurre un poco al azar.

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Precisamente es en el seno de Filmirage donde ruedas tu primera película como director, Killing Birds: Raptors, la cual fue distribuida en algunos países como si de una entrega de la apócrifa saga Zombie se tratara. ¿Cómo te surgió la oportunidad de dar el salto a la silla de director?

Después de terminar Aquarius y despedirme del resto del equipo me pregunté qué iba a hacer ahora. Yo había escrito un guion de unas veinte páginas que se llamaba “The Obsolete Gate”. Así que llamé a Aristide y le dije que lo leyera. Dos días después me telefoneó y me dijo: “He leído esta mierda. Ven a la oficina y lo hablamos”. Así que fui y me reuní con él. Me dijo: “Puedes hacer este film de terror, ¿pero por qué no le metes algo relacionado con pájaros?” Entonces yo escribí un tratamiento cuyo título era “Artigli” [Garras], que era un embrión de lo que acabaría siendo la historia final, aunque en mi opinión mejor. Porque en el momento de escribir el guion, Daniele Stroppa incluyó varias ideas de Aristide. Finalmente, el rodaje se llevó a cabo en Nueva Orleans junto con una película dirigida por Aristide que se llamaba Top Model [vd: Extraña atracción, 1987].

En este sentido, algunas informaciones mantienen que la película fue también dirigida de forma no acreditada por el propio Joe D’Amato. ¿Qué hay de cierto en ello?

Este es el motivo por el que no me gusta hablar de Killing Birds. Piensa que han pasado muchos años y se ha inflado mucho la historia. Incluso hablando con el especialista Manlio Gomarasca me comentó que había conocido a una persona que decía que el guion de la película era suyo… Volviendo al tema de tu pregunta, Joe D’Amato contaba para entonces con mucha experiencia y estuvo muy presente en el rodaje. Para ser honesto, fue una dirección a cuatro manos. Algunas cosas son directamente mías y en otras D’Amato estuvo muy encima de mí para que no me desviara de lo planeado, ya que el presupuesto era muy bajo. De lo que sí me encargué en solitario fue de la post-producción. No es absolutamente cierto que yo pasara por la Filmirage por casualidad, como se ha llegado a decir. Y es que, como te digo, se ha hinchado mucho la historia, y muchas de las cosas que se han dicho son falsas, lo que ha hecho que me haya hartado de esta historia.

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Sin salirnos de la Filmirage, también se acredita tu participación en varios títulos de la productora. En imdb, por ejemplo, se te cita como ayudante de dirección de Deran Sarafian en Interzone [vd: Interzone, 1987] y de Umberto Lenzi en Ghost House (La casa fantasma) (La casa 3, 1988)…

Yo no estaba en Interzone. No tuve nada que ver en esa película. Sí que recuerdo que estaba Beatrice Ring, que era la mujer de Deran Sarafian. Pero yo no participé en Interzone. Sí que asistí a toda la evolución del proyecto porque estaba en la Filmirage, pero realmente no tuve participación directa. En cuanto a Ghost House de Umberto Lenzi, simplemente hice una consultoría. Me acreditaron como ayudante de dirección, pero no es verdad. Mi participación en realidad fue anecdótica. Estuve quince días de asesoramiento como ayudante de dirección, pero lo hice como un favor.

Lo último que hice fue como ayudante de dirección de Michele fue La secta (La setta, 1991), pero fueron solo diez días porque me peleé con el organizador del film y dejé el set, tras haber estado durante toda la preparación del proyecto. En cualquier caso, mi decepción mayor fue con La casa 4 (Witchcraft) [vd/dvd/bd: Encuentro con la maldad, 1988] para la que escribí el guion y tenía que haberla dirigido yo con Bette Davis como estrella en el papel de la bruja. Sin embargo, ya comenzaba a estar mal, murió poco tiempo después, y al final no pudo contarse con ella. Entonces Daniele Stroppa volvió de nuevo a reescribir mi trabajo, contrataron a una de las protagonistas de Killing Birds y por una serie de cosas acabé saliendo del proyecto. Incluso ni siquiera me llegaron a acreditar como guionista. Pero si por algo me molestó es porque yo rechacé trabajar con Michele para hacer esta película.

Llegada la década de los noventa se te pierde la pista hasta ahora. ¿Qué ocurrió para que abandonaras la profesión durante tan largo periodo de tiempo? ¿Tuvo que ver la desaparición que vivió el cine de terror dentro de la industria italiana por aquellas mismas fechas?

Desaparecí como una pompa de jabón (risas). Pero sí, tuvo que ver con que el cine de terror desapareciera en Italia. Me había hartado de ciertos mecanismos de la industria cinematográfica italiana. En los años noventa el éxito de una película como El último beso (L’ultimo bacio, 2001) de Gabriele Muccino fue una ruina que, en mi opinión, destruyó el cine italiano. Desde entonces solo se hacen films sobre la crisis de los treintañeros, de los cuarentones y de familias que se disgregan. Y el género ha decaído por ello. Esto coincidió con mis ganas de no hacer nada.

Años después volví a empezar y me puse en circulación con algunas producciones en formato televisivo, porque tenía que volver a formarme de algún modo. Cuando yo dejé el cine había moviola y cuando regresé me encontré con que todo se hacía con ordenadores y otros instrumentos distintos a los de mi época. Para mí era un mundo nuevo. Así que me puse a reciclarme. Paralelamente, en 2006 conseguí financiación estatal para rodar un cortometraje, y ahí empecé realmente de nuevo.

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Y ahora presentas Aquarius Visionarius, en el que repasas la trayectoria de Michele Soavi. ¿Qué te empuja a hacer un documental sobre un director con el que has estado tan estrechamente ligado profesionalmente hablando? 

El documental sobre Soavi llevaba queriendo hacerlo desde hace años. Pero Michele siempre se negaba, porque pensaba que si yo hacía un documental sobre él significaba que su carrera estaba muriendo. En otras palabras: se lo tomaba como si fuera un homenaje de final de carrera. Para mí es uno de los autores más completos del cine italiano, porque ha hecho de todo. Ha hecho terror, thrillers, comedias, películas policiacas… Y coincidió que le quería entrevistar para el libro sobre el cine de género que estaba haciendo a base de encuentros y me faltaba la suya. Para entonces, hacía siete u ocho años que no nos veíamos. Le llamé, me citó para la siguiente entrevista y cuando finalmente llegó el momento me concedió una entrevista maravillosa. Entonces le volví a plantear mi idea de hacer un documental sobre él, pero se volvió a negar. Así que nos despedimos hasta la próxima. Sin embargo, esa misma tarde me llamó. Me contó que había estado pensando en mi idea y que había cambiado de opinión. “Haz el documental”, me dijo. Así que hice las entrevistas y busqué una productora que aceptara el proyecto.

Ha sido un trabajo muy duro que me ha llevado dos años, aunque, en realidad, durante un año ha estado completamente parado. En un principio el documental tenía que haberse estrenado en el Festival de Sitges del año pasado. Pero como Michele no podía venir lo dejamos con la idea de presentarlo en la siguiente edición, ya que teníamos una especie de exclusiva para estrenarla en el Festival. Así que, aunque me lo habían pedido de otros certámenes, no lo podía proyectar en otros sitios hasta que no se viera primero en Sitges. Y en todo este tiempo el documental quedó aparcado, si bien para ese momento yo ya tenía una especie de copia. Yo estaba abatido, porque lo que quería era poder estrenarlo ya.

Cuando este año se volvieron a poner en contacto desde el Festival, Michele me dijo que, aunque él tampoco iba a poder ir, quería que lo hiciera yo. Así que pregunté a Diego López, el responsable de “Brigadoon”, de cuánto tiempo disponía para entregarle la copia final del documental y la fecha tope que me puso fue el 24 de septiembre. Aunque estábamos a la mitad de agosto, pensé que podíamos llegar. Llamé entonces al laboratorio, les metí presión, nos pusimos a trabajar varias horas al día y lo conseguimos finalizar para la fecha prevista.

Creo que es el primer y único documental que existe sobre Michele en todo el mundo. No hay ningún otro. Es un poco como lo que ocurrió con Il mondo dell’orrore di Dario Argento, que en su momento fue el primero que existió sobre el cine de Dario, aunque después se hayan hecho otros. En cualquier caso, mi intención es que se convierta en el documental de referencia sobre Soavi. Ha sido un trabajo muy estimulante de hacer. Me ha gustado y espero que se perciba mi amor por el cine de Michele. Además, me ha permitido conocerle a trescientos sesenta grados.

Y dado que lo conoces tan bien, ¿a qué crees que se debe que tras Mi novia es un zombie (Dellamorte Dellamore, 1994) no haya vuelto a dirigir ninguna película de terror? No solo eso, sino que desde entonces la mayoría de su carrera se ha desarrollado casi en exclusiva dentro del medio televisivo…

Ni siquiera lo sé yo. La televisión creo que puede ser un factor; hacer cine es un salto al vacío. Lo único cierto es que tras Mi novia es un zombie estuvo cuatro o cinco años sin hacer nada, y cuando volvió lo hizo trabajando para la televisión. Creo que tiene, no diré que miedo, pero sí una especie de presión que no puedo explicar. No obstante, su último film, La befana vien di notte (2018), sí tiene un toque fantástico. Y, por ejemplo, su anterior Arrivederci amore, ciao (2006), es un film muy bueno, crudo, un noir italiano excelente que, sin embargo, no tuvo éxito. Pero una película de terror propiamente dicho es cierto que no ha hecho. Pienso que también puede tener que ver que hacer una película de terror de un director como él necesita de un presupuesto alto. Necesita rodar con al menos dos millones de euros, ¿y qué productor actual en Italia está dispuesto a invertir ese dinero para hacer un film de terror?

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Volviendo a tu trabajo, creo que te encuentras ultimando la post-producción del que va a significar tu retorno al cine de ficción, más de treinta años después de Killing Birds: Los pájaros asesinos. ¿Qué nos puedes contar de la película?

El título, Everybloody’s End, es un juego de palabras que en italiano quiere decir “La sangre de cada uno finalizará”. Una cosa apocalíptica. He tratado de reunir en ella a un montón de personas relacionadas con el cine fantástico italiano de las décadas de los setenta y ochenta. Para empezar, el guion me lo ha escrito Antonio Tentori, guionista de films como Un gatto nel cervello (1990) o Drácula 3D/Dracula 3D (2012), además de ensayista de películas de género. Y como actores tengo a Giovanni Lombardo Radice y Cintia Monreale, que trabajó en El más allá (L’aldila, 1981) de Lucio Fulci o Demencia (Buio Omega, 1979) de Joe D’Amato. Después, Sergio Stivaletti me ha hecho los efectos especiales y ahora estoy buscando a Claudio Simonetti para que se encargue de la música. ¡Ah, y entre los actores también está Marina Loy! Me mata si no la cito (risas).

Es un film muy experimental. También de autor. Es una película de terror muy extraña. La he rodado en muy poco tiempo, tres semanas y media. Eso ha hecho que fuera un tour de force. Grabábamos desde las ocho y media de la mañana hasta las once de la noche, para que te hagas una idea. En estas condiciones, debo reconocer que los actores han sido muy buenos. Ahora mismo ya está terminada. De momento tengo un premontaje. No es muy larga. Así mejor, porque no da tiempo a que la gente se aburra (risas). Es muy fuerte, aunque paradójicamente no haya mucha sangre. Al principio sí que tenía pensado en hacer algo muy violento, pero según iba avanzando la película vi que no hacía falta. Así que al final ha quedado un film de terror de autor, a pesar de que su historia es la del habitual enfrentamiento entre el bien y el mal. Me gustaría que la trajeran al Festival de Sitges el próximo año.

José Luis Salvador Estébenez

Traducción: Joaquín Torán

Fotografías: Enorm

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